Fue un gusto hacer contacto" Crónicas - Parte 9

UN BUEN DÍA

Un buen día, los extraterrestres abandonaron la tierra, y la gente se calmó.
Sin embargo, ahora el suelo de la tierra era más blando y despedía un olor inmundo. 
22 años de invasión extraterrestre.  22 años de descarga de desechos extraterrestres. 
Más allá de todos los análisis que se hicieron y los libros que se escribieron acerca del tema, había algo evidente del mundo post-invasión: Todo estaba lleno de mierda.
Las nuevas generaciones nacieron. Al salir del vientre de sus madres, fruncían la nariz y gritaban de angustia. El inicio de la vida estaba marcado por un olor nauseabundo. 
Fueron educados en un mundo apestoso, por padres y madres que se quejaban constantemente por el olor y que lloraban el deseo de que volviera a sentirse la frescura de los jardines, la fragancia de los perfumes en la piel o, incluso, extrañaban la no-sensación, el momento inoloro continuo de la antigua cotidianeidad, cuando sus narices podían relajarse y no tenían que estar en tensión para soportarla. 
Las nuevas generaciones aprendieron solos a ser indiferentes a la hediondez del mundo. Después de todo, no conocían otra cosa. 
Fueron al parque y corrieron sobre el amarronado suelo. Se divirtieron con el riesgo de caminar por la superficie pastosa y jugaron a "quién soporta hundirse más en el excremento sin pestañear de desagrado". Algún niño aficionado a la arqueología y la excavación gritó en la esquina de una antigua plaza "¡Ey, encontré arena!" o, mejor aún, "¡Acérquense, encontre una mosca verde!", y decenas de niños maravillados se abalanzaron sobre él. Las caras marrones, las rodillas también. Pensaron "Qué asombroso el lugar al que hemos venido a nacer". Al llegar a casa, sus padres lucharon por meterlos en la ducha antes de irse a dormir. 
El domingo, cena en casa de la abuela y el tío Ángel se puso a recordar los viejos tiempos, cuando no había que soportar la peste y la suciedad de la contaminación. Una de las primas más grandes, planteó que era la culpa de las generaciones pasadas y la discusión se desvirtuó en leyendas increíbles sobre seres del espacio.
Crecieron y formaron parejas. Se sentaron de nuevo en los umbrales de las casas a besarse entre bandadas de insectos y pestilencia con la esperanza de que dentro suyo lograra despertarse algo más profundo que el aroma.
Estudiaron y consiguieron trabajos. Formaron nuevas familias.
Escribieron historias de ciencia ficción, en las que el mundo era invadido por extraterrestres que limpiaban al mundo de la mierda y ya no se sentía ningún olor. Extraterrestres que venían a salvarnos de la tragedia inherente al hombre. 
Crearon vestimentas y vehículos que facilitaron el movimiento sobre un planeta lleno de caca.
En la universidad, armaron debates en los que plantearon que las historias sobre seres que cogían mujeres y se llevaban el dinero eran mentiras de sus padres y abuelos: mitología influenciada por un temor ignorante de la población masculina burguesa, retrógrada y patriarcal del siglo XXI, cuyo mayor miedo era que le quitaran todo aquello que creían dominar. Un complejo hombre de la bolsa con naves espaciales. 
Al envejecer, las generaciones anteriores, las de la época de la invasión, fueron afectadas por una enfermedad terrible, provocada por la contaminación de los deshechos extraterrestres. Perdían la capacidad de respirar y morían en menos de una semana. Esto no parecía afectar a las nuevas generaciones, aparentemente evolucionadas y adaptadas a un mundo de mierda. Llevaron a sus hijos a visitar a sus abuelos al hospital. Le dieron la mano a esos pobres viejos que murmuraban cosas sobre ovnis y extraterrestres. Los vieron ahí, en su lecho de muerte, mirando a través de la ventana, hacia el cielo iluminado de estrellas y, en un gesto de compasión, les abrieron la ventana para que pudieran recibir una cálida brisa del mundo, antes de morir. 




Comentarios

Entradas populares